sábado, 10 de noviembre de 2012

Música electrónica para los que no escuchan música electrónica

La música electrónica nunca fue un producto fácil de vender más allá de a djs y a aficionados con ganas de trascender la celebración hedonista o de recrearla en su habitación. En España la explotación de la música Bakalao en régimen de monocultivo retrasó la llegada de los discursos sonoros mas inquietos y degradó la Dance Music entre sus consumidores potenciales. La aparición del Sonar en el 1994, la inclusión de Orbital y Chemical Brothers en el FIB del 1996, la consolidación en la radio pública de Siglo XXI un año después y el cambio de orientación de algunos clubs relevantes ayudaron a normalizar una situación que había sido anómala no sólo con respeto al Reino Unido, sino en relación a Francia, Alemania y hasta a algunos países del centro y el este de Europa. Hoy, cuando el Sonar es una love mark que aspira a alcanzar una dimensión global y, citas como el Monegros Desert Festival o el Creamfields Andalucia están tan consolidadas como la programación de oferta electrónica en los festivales de pop no sólo independiente sino en el mismísimo Rock in Rio, resulta que sigue siendo muy difícil vender discos de música electrónica más allá de las producciones de David Guetta o los politonos con los últimos éxitos de Maxima FM. La situación no es nueva, más bien ha sido la norma y no la excepción. En el año 1997 en plena hipérbole electrónica con Fat Boy Slim y Chemical Brothers disparados en las listas de venta, la industria encendió las luces de alarma en el Reino Unido. Aquel fue el año de Roni Size Reprazent y su New Forms grabado en el prestigioso sello Talkin´Loud. El impacto de aquella combinación de Trip Hop, Jazz, Hip Hop y el ritmo y la tensión del Drum´n´Bass fue tremendo y así fue reconocido por la industria musical inglesa al otorgarle el Mercury Music Prize de ese año. Fue en medio de la explosión mediática de suplementos dominicales y diarios de tirada nacional cuando el sello alertó que todo aquel interés no se correspondía en absoluto con unas ventas raquíticas que apenas llegaban para cubrir la grabación de un disco tan largo y costoso. Sostiene el prestigioso critico británico Simon Reynolds que las músicas electrónicas son las únicas que mantuvieron el riesgo y la experimentación durante la última década del siglo XX y la primera del XXI mientras el resto de géneros enfermaban de retromania. La experimentación, las constantes mutaciones y la promiscuidad de estilos, acentuaron los híbridos y dispararon categorías y clasificaciones. Sin embargo, pese a la inflación de conceptos se les olvidó bautizar a la música electrónica que es capaz de seducir a los consumidores que normalmente no prestan atención a los sonidos sintéticos. Propuestas como las de Air, Massive Attack, Portishead, Björk, Chemical Brothers, el Tricky de Maxinquaye, Thievery Corporation o algunas recopilaciones de el sello K7! vieron como se desbordaba el interés por su propuestas más allá del limitado nicho al que parecía circunscritas. Problmente este no sea el caso de los londineses The XX o de los americanos Beach House porque en sus composiciones lo orgánico es mayoritario y eso, casi siempre, pone las cosas más fáciles. La música de Kieran Hebden es distinta, este inglés que fue compañero de instituto de Burial y de The XX en el Elliot School de Putney lleva una década dibujando bajo su nombre y, sobre todo, bajo la bandera de Four Tet una electrónica de alta intensidad emocional que apela directamente al corazón. Acaba de recoger en un disco sus últimos eps y aún perdura el impacto de su trabajo anterior There Is Love In You (Domino, 2010) porque es una maravilla fabricada con canciones que son capaces de emocionar incluso a los que no escuchan música electrónica. Marcos Rubio

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